Desde que Helga llegó al Santuario, después de estar tres meses separada de su hijo Isaac, no ha dejado de estar con él ni un momento. Van juntos a todas partes y si en algún momento se separan, al poco comienzan a llamarse para volver a reunirse.
El vínculo que tiene una vaca con su hijo es para toda la vida, comparable al que podemos tener los animales humanos. ¿Os imagináis el sufrimiento que tienen que pasar en las granjas cuando se les arrebatan a sus hijos para enviarlos al matadero?
En nuestras manos está cambiar esta situación, porque todos los animales tienen derecho a vivir.
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