Sabemos que estas imágenes no son nada agradables de ver, pero creemos que es muy importante que conozcáis la historia de Eder y lo que ha sucedido.
Eder era una gallina de las llamadas ponedoras. Gallinas que han sido seleccionadas genéticamente a lo largo de los años para que pongan la máxima cantidad de huevos posibles al año. Esto suele ser más de 320 huevos al año, cuando sus parientes más cercanos, que no han sido modificados por el hombre, ponen una media de 30 huevos, en tres puestas anuales. Os podéis imaginar el desgaste que supone para estas gallinas tal aberrante producción de huevos. Por si esto no fuera poco, cuando la producción baja, que suele ser a los dos años, son enviadas al matadero (no olvidemos que la esperanza de vida de una gallina puede ser de hasta 10 años)
Dos años de sufrimiento, sin ver el sol, ni sentir el aire, hacinadas en granjas donde no se puede respirar debido a la acumulación de amoniaco producido por sus propias heces, lo que les causa graves problemas respiratorios. Y todo por un huevo.
A Eder tuvimos que operarla esta semana porque uno de esos huevos se había quedado en su cavidad abdominal, lo que le provocó una peritonitis. Todo lo que se ve en la bandeja de la imagen estaba dentro de su abdomen. Cuando entró en quirófano pesaba 1,8 kg y al salir 1,4 kg. Casi una tercera parte de su peso de material putrefacto. Y eso que ya llevaba un implante hormonal para intentar reducir la actividad ovárica y así bajar su puesta de huevos. Por desgracia Eder no pudo superar el postoperatorio y falleció.
Cuando alguien os vuelva a decir, como nos han dicho a todos tantas veces, que los huevos no hacen daño, les podéis contar la historia de Eder.
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