Él fue salvado de una explotación porcina, en la que iba a ser asesinado de un porrazo contra el suelo por tener problemas en sus extremidades que le impedían caminar.
Desde que llegó al Santuario hemos dado todo de nosotros para salvarlo y recuperarlo, y así ha sido. Javi ya puede caminar y no solo eso, sino que no para de correr y saltar. Nos tiene a todos agotados porque siempre tiene ganas de juego.
Ha creado un vínculo muy fuerte con los fundadores del Santuario, ya que vive con ellos y para él son sus padres. En cuanto lo cogen en brazos rápidamente cierra los ojos y saca la lengua, porque se relaja para dormir en sus brazos, como cualquier niño cuando lo cogen sus padres, que se siente protegido.
Está descubriendo un nuevo mundo, un mundo que los cerdos en las granjas no conocen, ya que nacen encerrados en naves sin saber lo que es la hierba, la tierra, la luz del sol o simplemente respirar aire fresco.