Nací en Mallorca y a los pocos días dejé de ver porque tenía una enfermedad que hizo que se me cayeran los párpados y me salieran unas úlceras en mis ojos, por lo que me quedé ciego.
Aunque no veía no tenía miedo porque mi madre me protegía, pero un día mi madre dejó de moverse y a las pocas horas estaba fría, muy fría. Yo lloraba y me movía alrededor de ella porque no veía y no sabía donde ir a pedir ayuda.
No sabía que hacer, tenía mucho miedo y hambre, pero de repente aparecieron unos humanos que me hablaban con cariño, me cogieron en brazos y me dieron de comer. Viajé en barco y llegué a un lugar donde olía a hierba fresca, donde se respiraba mucha tranquilidad y amor, llegué a Santuario Gaia.
Mis ojos empezaron a dejar de dolerme porque cada día me los curaban. Me gustaba mucho ese momento porque me sentía como cuando estaba con mi madre, tranquilo, en paz y mis miedos desaparecían, por eso me quedaba dormido mientras repetían una y otra vez que me querían. Me empezaron a llamar Jordi.
Hoy ya puedo ver con uno de mis ojos y veo un mundo precioso, donde viven unos humanos que me cuidan y que son mi familia. Ellos me cuentan que fuera de aquí hay mucho sufrimiento para nosotros, pero que hay mucha gente luchando por cambiar eso.
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