Benito fue abandonado y fuimos a su rescate sin pensarlo, ya que necesitaba de nuestra ayuda.
Estamos muy contentos de ver lo bien que se ha adaptado al Santuario y a la familia de burros que aquí vive. Y ha aprendido que nuestras manos están para acariciar y cuidar, que nunca más va a vivir explotación, maltrato o abandono.
Es triste pensar que existan humanos que abandonan a los animales cuando se hacen mayores o ya pierden el interés en ellos, como si de un objeto se tratase.