Manel es uno de los burritos que llegaron hace dos años al Santuario. Malvivían en una finca de Sevilla en unas condiciones lamentables, sin comida, ni agua y rodeados de cadáveres de otro animales. Junto con Manel estaban Seina y Gabriela, y esta última es la hija de los dos. Seina estaba embarazada, y al poco de llegar al Santuario, dio a luz a un precioso burrito blanco, Shalom.
Esta es una historia con final feliz, ya que los cuatro serán una familia siempre y nadie los separará. Pero no es habitual que las historias de maltrato y abandono animal acaben bien, al contrario, la mayoría de las veces las denuncias no sirven para nada y las autoridades no actúan. Vivimos en una sociedad que la vida de un animal no vale nada y es más fácil mirar para otro lado que actuar.