El cambio que ha hecho Miguelito es impresionante. Cuando llegó al Santuario, teníamos que darle de comer y beber en la boca. Caminaba durante mucho tiempo sin rumbo fijo y sin sentido, hasta que se cansaba. Ahora, como podéis comprobar, le encanta correr y jugar como si no hubiera un mañana
¿No os parecen contagiosas sus ganas de vivir? Pues como él, hay miles de cerditos ahora mismo en granjas, siendo engordados, esperando para ir al matadero. Miles de Miguelitos acabaran muertos para satisfacer nuestro paladar. Haz la conexión. Aquí podéis ver un vídeo de sus primeros días en el Santuario.