Vivía libre en Blanes junto con su pareja y otros patos silvestres, pero los pescadores de la zona, hartos de ver sus heces en sus barcas, sacaron las escopetas y decidieron acabar con sus vidas.
Fuensanta sobrevivió gracias a la ayuda de un chico, que al verla aún con vida, la llevó al veterinario para curar las heridas que tenía por los disparos.
Tiene un agujero en el pico, un ala afectada y una pierna rota sin sensibilidad, así que vamos a intentar todo lo que esté en nuestras manos para que tenga la mejor vida posible.