La noche que la encontramos en aquella cuneta, estaba rígida, sin poderse mover, tenía temblores, el cuello completamente flexionado hacía un lado y no reaccionaba. De camino al Santuario pensábamos que no iba a aguantar, ya que la veíamos, pero al llegar nos dio la grata sorpresa de que su estado había mejorado.
Ahora parece otra oveja. Aun no puede levantase ni caminar por si sola, las piernas le fallan, pero ella lo intenta y, con nuestra ayuda, va dando pequeños pasitos. Ha recuperado completamente el apetito y es una glotona, no deja nada de la comida que le ponemos y siempre quiere más. Pero lo que más nos ha sorprendido, es lo rápido que se ha acostumbrado a nosotros, no tiene nada de miedo y parece que ha estado aquí toda la vida. En cuanto nos oye gira la cabeza buscando de donde viene la voz, deseosa de que estemos con ella y le demos mimos. No sabemos si se acabará recuperando del todo o si le quedarán secuelas a nivel neurológico, pero vamos a intentar por todos los medios que así sea.
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