Cristian y Savi son como dos gotas de agua. Se parecen tanto que muchas veces hasta a nosotros nos cuesta diferenciarlos. Los dos han crecido juntos y se han hecho inseparables. Ninguno tiene madre, pero se tienen la una al otro y al resto de las vacas y toros que viven en Fundación Santuario Gaia, que son su familia. Y luego estamos nosotros, los humanos, que siempre vamos a cuidarlos y a quererlos.
Savi nació hace más de un año en Fundación Santuario Gaia. Su madre, Freser, falleció al día siguiente de dar a luz, por complicaciones en el parto. Desde ese momento nos volcamos en su cuidado y la criamos como a una hija. Vivía con nosotros en casa hasta que creció lo suficientemente sana como para estar con los demás.
Cristian llegó pocos meses después de que naciera Savi. Lo habían encontrado en la montaña, muy enfermo y solo. Estuvo mucho tiempo ingresado en una clínica veterinaria, hasta que se recuperó y pudimos traerle al Santuario.