David es siempre el primero en darnos los buenos días. Para él no existen puertas ni vallas, en cuanto nos ve, salta lo que sea para estar a nuestro lado.
Él llegó al Santuario con dos días de vida, hace ya más de 3 años y medio, porque su madre murió en el parto y se quedó huérfano. Lo criamos a biberón y ha sido siempre la alegría del Santuario, aunque también el que más quebraderos de cabeza nos ha dado, hasta que hemos comprendido que él todo lo que hace es para estar cerca de nosotros.
Es muy bueno, y aunque le encanta saltar y trepar por todo, en cuando vas hacia él para llevarlo a su sitio, nunca pone resistencia y te acompaña. Es nuestro niño consentido, un adolescente rebelde con un corazón enorme.
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