Esta semana comenzábamos con la triste noticia del fallecimiento de Emilio y la acabamos despidiéndonos de Cervelló. La marcha de Cervelló, el 08 de septiembre, era algo que nos temíamos, pero no por ello ha sido menos dolorosa. Nos acordamos como si fuera hoy, del día que fuimos a buscarlo. Nos dieron el aviso de que había un chivo muy mayor, abandonado y en muy malas condiciones. Cuando llegamos al sitio en el que estaba, lo encontramos metido dentro de una chabola, llena de basura, y él estaba muerto de miedo. Nunca nos olvidaremos del terror que había en sus ojos cuando nos vio, algo que nos hace pensar en la mala vida que debió llevar.
Cuando llegó al Santuario, poco a poco nos fuimos ganando su confianza, pero siempre había un punto de recelo hacía los humanos. Era muy solitario y rara vez estaba con las demás cabras, pero hubo dos que congeniaron con él desde que llegaron: Anabel y Besora. Por las noches siempre una de ellas se acostaba a su lado para dormir y era muy tierno ver como el abuelete había creado una relación tan bonita con ellas.
Poco a poco su estado de salud fue desmejorándose, con problemas en las articulaciones y el desarrollo de una enfermedad respiratoria crónica. Estas últimas semanas ya vivía en la zona de los que están más delicados, para poder estar más pendiente de él y ofrecerle los mejores cuidados. Al final su cuerpo no ha resistido más, pero no ha sufrido en los últimos momentos y hemos estado con él para que sintiera nuestra compañía y amor.