Guillem llegó a Fundación Santuario Gaia hace más de 5 años, junto con Ramón. Los dos eran supervivientes de las inundaciones del Ebro que sucedieron en Zaragoza aquel año, donde murieron miles de cerdos encerrados dentro de las granjas. Ellos tuvieron la suerte de escapar y los encontraron en una acequia, exhaustos. Lo que fue una gran desgracia, para ellos fue su salvación y desde entonces viven felices en el Santuario.
A los cerdos les encanta bañarse y el barro, no solo es una cuestión de disfrutar, también lo hacen para regular la temperatura corporal, ya que no tienen glándulas sudoríparas y no transpiran. De esta manera están fresquitos a la vez que se lo pasan en grande. Pero lo mejor de todo es cuando acaba su baño y se sacude, llenando de barro todo lo que le rodea en un radio de varios metros, incluyendo a la persona que le está grabando. Ojalá llegue el día que todos los cerdos puedan tener la vida que tienen Guillem.
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