La muerte de Abel ha sido totalmente inesperada. Abel era un carnero ciego que llegó hace poco más de dos años al Santuario. Esta mañana nos encontrábamos su cuerpo sin vida. No ha habido ningún síntoma o signo que nos advirtiese de este fatal desenlace. Nos hemos quedado todos en shock, más siendo un animal tan joven. Por eso hemos enviado su cuerpo para hacer la necropsia en la Facultad de Veterinaria de la UAB, esperando que nos explique lo que puede haber pasado con él
La vida en el Santuario es una montaña rusa de emociones. En un mismo día puedes pasar de la risa el llanto en cuestión de horas. Aunque parezca que después de tantos años estamos acostumbrados, sigue costando y nos pasa factura, aunque no seamos conscientes.
Con cada muerte se nos va un trocito de nosotros. Suerte que hay muchas alegrías que consuelan estas pérdidas y que tenemos que seguir para cuidar a los más de 500 habitantes que viven aquí.
Vuela alto pequeño