Clara llegó desde Navarrete (La Rioja) al Santuario en marzo de 2016, junto a su hija Kika y a otras 35 ovejas y corderos más que habían sido abandonadas dentro de una nave sin agua ni comida. Fueron encontradas junto a más de 140 cadáveres de sus compañeras y familiares que no consiguieron sobrevivir a tal infierno.
Estos años ha vivido en libertad en el Santuario junto a su hija, pero esta mañana aparecía su cuerpo sin vida y a su lado estaba su hija acompañándola.
Nos da mucha pena por su hija Kika que nunca se separaba de ella, como ocurre en el Santuario con todas las madres, que por mucho que pasen los años, a la hora de descansar siempre lo hacen junto a sus hijos.
Clara ha tenido la gran suerte de morir de forma natural y no degollada en un matadero, y hacerlo junto a su hija, que ha sido la primera vez que ha podido disfrutar de su maternidad. Todas las ovejas y cabras en las granjas, ya sean intensivas o ecológicas, son embarazadas para que los hijos que tengan sean enviados al matadero y así vender la carne de cordero. Al mismo tiempo, ellas son explotadas por su leche para hacer quesos, cuando esa leche debería ir destinada a alimentar a sus bebés que ya no están con ellas porque han sido asesinados.