Elisa

Hoy es otro día triste en el Santuario. Tenemos que llorar la marcha de Elisa. Ayer la llevamos al veterinario, donde el traumatólogo iba a intentar reducir la luxación de cadera que tenía. No es un procedimiento invasivo, ya que no hay que realizar ninguna cirugía, pero hay que hacer una sedación y siempre conlleva riesgos. Después de mucho intentarlo no se pudo reducir, pero lo que más nos temíamos, sucedió. Elisa entró en parada cardiaca, la consiguieron reanimar, pero se quedó en estado comatoso. Durante toda la tarde se mantuvo con oxígeno y fluidos, en un débil equilibrio y, después de horas así, al final falleció. Durante este tiempo se le realizó un ecocardio y se vio que tenía hidropericardio (es líquido alrededor del corazón), que seguramente ya estaba ahí desde que nació, ya que no es atribuible a la anestesia.

Cuando volvía al Santuario no podía dejar de pensar en que hace unas horas Elisa estaba con nosotros, con sus problemas, pero estaba viva. Sabía que esto podía suceder y durante todo el día tenía un pálpito en mi interior de que algo no iba a ir bien. Cuando recibí la llamada del veterinario y escuché su voz, antes de que me explicara lo que estaba sucediendo, ya sabía que algo había ido mal.

A la tristeza de la muerte de Elisa se suma un sentimiento de culpabilidad, de pensar que eres el responsable de que ya no esté con nosotros, de haber tomado la decisión errónea, aunque se tomen siempre pensando en el bien de ellos. Te haces siempre la misma pregunta: ¿y si…?, pero ya no sirve de nada lamentarse. Luego piensas en que se lo tienes que comunicar a Tomás, a Lía, a Ismael y al resto de los compañeros. Y la culpa se agudiza. Su marcha te deja un vacío enorme, un vacío que se agranda cada vez más con la muerte de cada habitante. Y la rabia también aflora, al pensar que no es justo que muera cuando tenía todo un futuro de cuidados y amor por delante.

Justo ayer alguien me decía, a modo de crítica, que “cuanto mal ha hecho Walt Disney”. No es la primera vez que escucho ese comentario y, seguramente, no será la última. Imagino que es porque en las películas de Walt Disney los animales hablan, ríen, cantan, son felices y los humanos los tratan con respeto. Se puede caer en la humanización de los animales, pero la prefiero ante la deshumanización con la que ahora los tratamos. Elisa era simplemente un producto de una granja, como tantos millones de animales en todo el mundo, que al nacer defectuosa ya no servía y se podía desechar, como si fuese un objeto. Pienso que ojalá llegue el día que vivamos en una película de Walt Disney.

Quiero agradecer con todo el corazón al maravilloso equipo de Els Altres por todo su cariño, dedicación y profesionalidad con la que siempre actúan.

Elisa siento no haber podido o sabido hacerlo mejor. Espero que por lo menos hayas sentido el amor y cariño que te profesábamos.

Siempre en las despedidas publicamos una foto en blanco y negro, pero esta vez quiero que sea a todo color y así que tu belleza y ternura siga traspasando la pantalla con todo su esplendor. Así te recordaremos y así vivirás en nosotros.

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