Hace casi 5 meses que Uma y su hija Nayara llegaron al Santuario. Ellas, junto con Ramona y Araitz, provienen de una explotación de Navarra donde estaban en una situación lamentable. Los vecinos al darse cuenta de la situación, comenzaron a alimentarlas para evitar que murieran, entonces fue cuando la asociación animalista Anadel presentó una denuncia, consiguiendo que se requisaran estos animales que estaban en grave peligro y necesitaban ayuda.
Nayara cada día se parece más a su madre. Es una suerte para ellas poder estar juntas, porque en la industria cárnica los bébes son separados de sus madres al poco tiempo de nacer, para ser engordados y, cuando alcanzan el peso óptimo, enviados al matadero. Las vacas tienen un vínculo muy importante con sus hijos, incluso hay estudios que demuestran que es más fuerte que en las humanas. ¿Os imagináis el sufrimiento que tienen que pasar las madres al ver como se llevan a sus hijos?
Ahora nadie separará a Uma de Nayara y podrán vivir toda su vida juntas, como una familia, con el resto de vacas y toros del Santuario. Así deberían vivir todos los animales y en nuestras manos está cambiar esta realidad.