Izadi estuvo durante 12 años privada de libertad, siendo explotada y maltratada, y cuando dejó de ser rentable la iban a enviar al matadero. Desde que conoció a Valentí lo adoptó como a su hijo, como a ese hijo que nunca le dejaron tener porque se los quitaban para enviarlos al matadero.
Las vacas en las granjas lecheras son inseminadas cada año para que tengan un hijo y que así produzcan leche, porque les pasa como a las humanas, que solo dan leche cuando tienen un hijo. Por eso mismo, cada año cuando tienen su bebé, les son robados y enviados al matadero para que no se beban la leche que va a ser vendida para consumo humano. Nos alegra tanto verla intentando correr detrás de su ahora hijo Valentí, el cual es feliz sintiéndose querido, cuidado y protegido por ella.