Aunque Javi ya es más grande que su papi Ismael, y este verano cumplirá 4 años, sigue muriéndose de amor en cuanto lo ve.
Cuando era un bebé se quedaba dormido en sus brazos, tan relajado que sacaba la lengua de gusto, pero ahora que es más grande, sigue sacando la lengua de gusto cuando su papi se tumba encima de él para abrazarlo.
Por desgracia, pocos cerdos en el mundo pueden vivir lo que vive Javi, porque a los pocos meses son enviados al matadero.
Su madre murió a los pocos días de parir sin atención veterinaria, y a su hermanos los mataron a todos a golpes contra el suelo porque estaban enfermos. Los castraron sin anestesia ni ningún medicamento, y la infección les llegó a todos a la sangre, enfermando. A Javi también lo iban a matar, pero por suerte conseguimos rescatarlo.