Él llegó al Santuario hace poco más de dos años con apenas unos días de vida. Su estado de salud era muy grave: lo habían encontrado en una carretera deshidratado, con diarrea y muy débil. Pero con cuidados y el tratamiento adecuado poco a poco se fue recuperando.
Ahora es un cerdo completamente feliz, que disfruta de su vida como tendrían que hacer todos los animales. Su destino era una granja de engorde para luego ser sacrificado y servir como comida a los humanos. Los animales no son de nuestra propiedad, ni nuestros recursos. Tienen el mismo derecho a vivir como nosotros y es algo que no podemos arrebatárselo.