Eulalia tiene la rutina vacacional cogida. Se despierta con el amanecer, pero no se levanta hasta pasado un buen rato. Come lo que quiere y cuando quiere. Se da sus baños de barro cuando se le apetece. Se echa unas siestas interminables. Toma el sol y el aire cuando se le antoja, se da sus paseos por los prados entre hierva fresca y se da unas charlas con sus compañeros mirando el horizonte; todo pensando cómo le ha cambiado la vida, lo feliz y afortunada que es desde que llegó Santuario.
Esta es la vida que deberían de llevar todos.
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