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29 de septiembre de 2020

Liam cumple un año

Hoy hace un año que nació Liam y para celebrarlo, queremos compartir con vosotros la experiencia que vivió la chica que lo rescató en la granja: “Yo salvé a Liam, y os he hecho un escrito, larguito… leedlo cuando podáis, contando mi testimonio a grandes pinceladas sobre mi experiencia intentando cambiar algo que me queda grande, el maltrato animal que he presenciado en las explotaciones en general y me he sincerado con la historia real de Liam. Como conozco de primera mano la explotación donde nació, también quiero informaros que se acerca su cumple, he revisado el historial de la granja y nació el día 29/9/2019, pensé que os haría ilusión saber exactamente su edad. Quería mandaros unas fotos que guardo del momento que lo salvé y de su primer día en casa, pero no las puedo adjuntar aquí.
 
Si queréis saber más cosas sobre lo que he vivido en la granja, historias de cerditos que no he podido llegar a salvar, más detalles sobre la historia de Liam antes de llegar al Santuario o lo que he visto en la gran variedad de explotaciones que he llegado a visitar no dudéis en preguntarme lo que queráis, mi objetivo es poder dar a conocer como se hacen las cosas en una granja para concienciar al resto de personas. De momento, preferiría conservar el anonimato, necesito solucionar unas cuantas cosas antes de poder empezar lo que creo que es mi labor real en este mundo, pero sin dar detalles sobre mí, podéis utilizar toda la información que queráis para publicarla si queréis.
 
Ya es casualidad que cuando tenía 14 años, casi al mismo momento que se fundó vuestro santuario, yo decidiera hacerme vegetariana a raíz del desgarrador documental “si los mataderos tuvieran paredes de cristal todo el mundo sería vegetariano”. Poco después supe de vuestra existencia y desde entonces siento que me habéis acompañado contando vuestra historia y la de los demás habitantes de Gaia, dándome fuerzas, mucha esperanza, ánimos para ser vegana y sobre todo haciéndome ver que mi granito de arena puede llegar a cambiar la vida de los animales junto a los que aportan a diario muchas personas que luchan por un mundo donde todos seamos tratados con amor y respeto. Por este motivo, a vosotros también tengo mucho que agradeceros.
 
Aun así sentía que necesitaba hacer algo más, contrastar toda la información que recibimos por las redes sociales en experiencias propias, poder contar de primera mano lo que están sufriendo los animales en las explotaciones a familiares y amigos y así ganar credibilidad, ser el altavoz de los animales explotados en silencio muy cerca de nuestras casas, así que hace justo hoy dos años, decidí estudiar un ciclo formativo de ganadería y asistencia en sanidad animal; por un lado obtendría muchos conocimientos para poder ayudar a los animales desde el punto de vista sanitario, a entender qué es lo que necesitan y lo que más deseo en el mundo, poder llegar a curarlos siendo veterinaria en un futuro, pero por otro lado me daba mucho miedo pensar en lo que me iba a encontrar, las atrocidades que me contarían y que llegaría a ver. No estaba para nada equivocada…
 
He visto en primera persona todo tipo de explotaciones: intensivas, ecológicas y extensivas, de porcino, vacuno de carne, de leche y de lidia, de ovino y caprino, pollos, palomas, conejos, centros de experimentación, mataderos de cerdos, rumiantes, aves y potros… y no veo ninguna diferencia entre ellas. La mirada de los animales es de socorro. En muchas ocasiones me daba la sensación que sabían que entre el grupo de personas que íbamos de visita había alguien compasivo, me reconocían, se acercaban a mí si podían y yo les acariciaba el hocico y rota por dentro les miraba directamente a los ojos. Todas estas veces he aguantado las ganas de llorar y he conseguido disimular (teniendo en cuenta que el resto de compañeros de curso y profesores no lo veían igual que yo), así que decidí hacer mis prácticas para el ciclo en una explotación de porcino, granja dónde me quedé a trabajar y donde salvé a Liam.
 
Y os preguntaréis por qué decidí meterme de lleno en una granja intensiva. Pues mi objetivo era, dentro de lo posible en estos infiernos, saber que hay alguien que de vez en cuando les descubre a estos animalitos qué es una muestra de afecto, aunque sea una caricia o palabras dulces cuando nadie me ve. Para poder pedirles perdón y prometerles que algún día esto que están viviendo dejará de existir. Para poder mostrar al resto de ganaderos que no cuesta NADA tratarlos bien, que no hace falta ir a gritos ni pegarles, no hay que darles miedo, que cada uno tiene su personalidad y que para nada es necesario comérselos a la vez que nadie podía cuestionarme lo que estaba viendo.
 
Quiero ser su ángel, pero lo estoy pagando muy muy caro. Unos tres meses después de empezar las prácticas en la granja empecé a tener muchas crisis de ansiedad, llegando a veces a disociarme de la realidad, he llorado estando a solas con los cerditos, he buscado mil maneras de reducir su dolor, sobre todo a los bebés a los que como ya sabéis se les cortan los colmillos y la colita y, el mismo día, reciben entre dos y tres inyecciones según la explotación. Así que insistí mucho en que compraran agujas más finas (las que usaban eran desproporcionadas con los lechones), les insistí también en que solo cortaran la puntita de los colmillos que, a fin de cuentas, si lo que quieren es que no sean puntiagudos, sin hacerles una herida y haciéndolo así es más que suficiente (ellos, como en casi todas las granjas, cortaban de raíz…), y también insistí en que, ya que cometían el acto atroz de cortar la cola sin anestesia, al menos tuvieran un poco de cabeza y les desinfectaran con yodo la herida y que si esto en algunos casos llevaba a que el cerdito quedara inválido por la infección era culpa de los trabajadores y de cortarles la cola, cosa que aunque insisto mucho aún no he conseguido que lo dejen de hacer…
 
He llegado a conseguir que los bebés no lloren cuando se les hace todo esto, he conseguido que solo me dejen vacunar a mí a las mamás porque ellos no tienen cuidado, las asustan y chillan mucho, he conseguido también que solo me dejen asistir los partos cuando es necesario a mí porque soy la única capaz de hacerlo con cariño y con guantes y lubricante… cosa que ellos, en fin…, pero aun así no estoy feliz, porque los veo sufrir y no puedo evitar sufrir con ellos aunque haya conseguido, dentro de lo inevitable, reducir su dolor, soy un paliativo pero no una solución. En este punto he llegado a plantearme dejarlo estar, pero al mismo tiempo, la ansiedad que tengo por el hecho de presenciar todo esto, me viene cuando pienso que si me voy todo volverá a ser todo como antes, tengo miedo de abandonarles, pero también me da mucho miedo terminar mal de la cabeza.
 
Un día, concretamente el 22 de octubre de 2019, me tocó ir a destetar los lechones. Tengo por costumbre llevar en brazos a los que están más débiles o no pueden andar al ritmo de los demás bebés porque si no los otros trabajadores les dan puntapiés para que corran o los arrastran así hasta la nave de transición. Aquél día solo había un cerdito, muy pequeño en comparación a los demás, y manchadito, no era rosita, me fijé en él y me dijeron que lo dejara allí y que ya se encargarían ellos de acabar con él… les pregunté por qué iban a asesinarlo, pero no necesité respuesta, vi que le faltaba un pie. Ligué todos los hilos al momento: cuando nacen, algunos tienen una condición llamada “Splay leg” y a estos les atan las patitas con cinta aislante para que en una semana tengan una postura normal y puedan andar; hay que tener en cuenta que se hace incluso en centros veterinarios, pero se trata de un vendaje bien hecho, el cual se cambia periódicamente como es debido y se revisa que no cause lesiones, pero no van a “perder tiempo y dinero” en una explotación, como me han dicho ya muchas veces. Es una práctica que hace tiempo que les digo que no la hacen bien, que se hace con vendas y además aprietan demasiado la cinta, no puede ser que a los diez minutos de ponérselo tengan los piececitos morados… Eso fue lo que le pasó al pequeño, se le necrosó el pie y se le cayó. Así que les dije que de momento me llevaba el cerdito en brazos y que más tarde miraría si podía caminar. Se rieron con el típico “haz lo que quieras…”, insinuando que estaba perdiendo el tiempo y que el pobre bebé iba a ser asesinado aquél mismo día cuando no me diera cuenta.
 
Me lo puse dentro de la sudadera para evitar que hicieran algo con él y seguí haciendo mi trabajo. Y allí tenía yo a aquel angelito a manchas sin su pie, dormidito dentro de mi jersey aún habiendo ruido afuera y aunque yo estuviera todo el rato en movimiento. Le transmití paz y él a mí, sabía que estaba a salvo y que allí por fin podría descansar. Fuimos a almorzar, parecía que nadie se acordaba del cerdito y éste seguía durmiendo dentro de mi jersey. Miré al encargado y le mostré el bebé, acto seguido hizo con gestos que lo iban a matar, me cansé de la situación, yo sabía que se podía salvar. Aunque me cuesta mucho plantar cara, cogí aire y dije claro y contundente: no, me lo voy a llevar a casa. Otra vez se rieron, algunos decían que se iba a morir, otros que cuando fuera mayor no se iba a poder mover por el peso y la falta del pie…, hice como que no los escuchaba y lo puse en una cajita con toallas para que pudiera descansar y seguí trabajando, pero no pude terminar el día, me entró ansiedad, y me fui corriendo a buscar el cerdito, lloré con él en brazos, avisé que no me encontraba bien y me fui a casa con él.
 
El resto ya lo sabéis, mi pareja se puso en contacto con vosotros y le pedí por favor que no contara quién era porque estoy trabajando en una granja, que no dijera qué explotación era porque no quería problemas, sinceramente me daba miedo que alguien supiera que al cerdito lo había salvado yo.
 
Conseguimos llegar al santuario y cogí aire, aguanté las ganas de llorar de la emoción que tenía y por fin me sentí a salvo. Le pusisteis Liam al momento de llegar y sentí que no solo él tendría la vida que se merece, sentí como si yo también fuera un cerdito que consiguió escapar de la granja, y por eso siempre digo que fue Liam quien me salvó a mí, y no yo a él… me recordó mis objetivos, me dio fuerzas para poderles descubrir a los demás cerditos, a su mamá, sus abuelitas, sus tías y a sus hermanitos y hermanitas, que son una caricia o unas palabras dulces.
 
Desde entonces he podido aguantar hasta hoy, y cada vez tengo menos fuerzas. Veo como cada semana cientos de cerditos se van con un camión a los engordes, y que desde aquel instante empieza la cuenta atrás para ir al matadero… veo mamás inválidas después de tantos partos, otras que mueren en su jaula porque no han estado pendientes de ellas durante el parto, veo como cerditas aún muy jóvenes son encerradas por primera vez en su corta vida en una jaula y no comprenden qué está pasando, veo como mamás que ya no producen “lo que deberían” se van al matadero sin haber podido tumbarse en el barro… y todo esto me rompe en mil pedazos, siento que lo que he ganado por un lado pierde todo el sentido cuando no puedo evitar que vivan hacinados o en jaulas, así como tampoco puedo evitar que sean mutilados ni su final, que sea como sea, es la muerte prematura en la granja o el matadero.
 
Falta muy poco para que termine esta etapa de mi vida, no soy para nada feliz con esto, aunque como he dicho me da miedo dejar a todos estos animales sin mí, pero no puedo hacer nada por ellos, no puedo salvarlos a todos como hice con Liam ni tampoco hacer nada que les ayude de verdad, y es muy frustrante.”

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