Llegó hace tan solo unos días a Fundación Santuario Gaia, pero parece que lleva aquí toda la vida. Se ha adaptado de maravilla a su nuevo hogar. Es una amor de burrita que solo quiere que estemos con ella. Cuando nos ve llegar se pone a rebuznar muy contenta y viene a saludarnos. La verdad que nos provoca una ternura infinita. Se la ve muy frágil y vulnerable, y tiene una mirada tan tierna y dulce que nos encandila. Sabemos que por la edad que tiene, 40 años, está en la recta final de su vida, pero haremos todo lo posible para que todo el tiempo que le queda sea la abuelita más feliz del mundo.