Hace 5 meses que Miguelito llegó a Fundación Santuario Gaia y en este tiempo ha cambiado mucho. Cuando llegó teníamos que darle de comer y beber, no era capaz de hacerlo solo. No sabía tumbarse para dormir, teníamos que ayudarle nosotros para que pudiera descansar. Tampoco sabía lo que era una caricia, ni un mimo.
Ahora es el cerdito más cariñoso del mundo y le falta tiempo para echarse cuando le rascas la barriga. Disfruta como loco de las palabras bonitas y los gestos de cariño. Muchos verán en estas escenas una similitud con los perros y gatos que viven con nosotros y es que la realidad es esta, no hay ninguna diferencia entre la manera de disfrutar que tienen. En cambio a unos los cuidamos y a millones de cerdos los explotamos para luego acabar en el matadero.