Cuando vemos a Paolo saltar y correr así, pensamos que el esfuerzo de estos 11 años ha merecido la pena (sangre, sudor y lágrimas, literalmente 🙃)
Un ternero que nació sin una mano y que en condiciones “normales” hubiese sido desechado desde el minuto uno. Pero la vida en un Santuario es “anormal”. Una anormalidad que nos permite diseñar una prótesis para un toro o un cerdo, acompañar a animales desahuciados en sus últimos momentos o estar 24 horas al servicio de los más débiles y explotados de esta sociedad. Así que bendita anormalidad.
Sabemos que para muchos Paolo solo es una cosa, un trozo de carne, pero por suerte, para muchos otros, es alguien, que tiene las mismas ganas de vivir, de sentir, de experimentar alegría o pena, que nosotros, los animales humanos.
Paolo representa la alegría de vivir ❤️