Cuando realizamos actuaciones veterinarias que requieren manejar a los animales grandes del Santuario, siempre nos acordamos de lo difícil que era hacerlo las primeras veces. La mayoría de ellos han pasado por situaciones de maltrato y explotación, y les ha costado mucho volver a confiar en los humanos. Hay mucha diferencia en como lo viven los que han llegado de pequeños al Santuario, donde siempre han sido tratados con amor y respeto, y los que han llegado de mayores. Los que siempre han vivido aquí no tienen ningún temor y se dejan hacer sin problema, incluso para ellos es un juego. Pero los que ya han vivido en explotaciones, siguen recelando de nosotros y hay que hacerlo con mucho cuidado y paciencia.
Con el paso de los años, los que al principio desconfiaban, han aprendido a vernos con otros ojos, ya sin miedo. Saben que cualquier cosa que hacemos es por su bien y nunca les haríamos daño, por eso, ahora cada vez que tenemos que desparasitar o vacunar, es todo mucho más fácil y rápido, porque ellos cooperan sin problema.
Nuestras manos están para cuidar.
