Casi sin darnos cuenta, nuestro niño Valentí, se ha convertido en un hermoso toro. Siempre decimos que hay diferencia entre los habitantes que llegan de pequeños al Santuario y los que llegan de adultos. Valentí nunca ha tenido miedo a los humanos, al contrario, para él, nosotros somos su familia, como si fuéramos una vaca o toro más. Confía plenamente en nosotros y se le nota en la mirada. Cuando nos ve se acerca para que le acariciemos, porque es a lo que ha estado acostumbrado desde que llegó, a caricias y cuidados. En cambio los que han pasado por una explotación, siempre tienen un punto de desconfianza, por muchos años que pasen. Esto que contamos también nos lo dicen los veterinarios cuando vienen, que hay mucha diferencia entre los habitantes del Santuario y los que están acostumbrados a tratar en las ganaderías, aquí se les acercan sin miedo y con curiosidad.
Los animales no humanos nos son tan diferentes de nosotros. Los humanos somos arrogantes y pensamos que somos los únicos que tenemos sentimientos, pero los animales también sufren, disfrutan, se emocionan, se alegran igual que nosotros. Y lo hacen todo de una manera más pura y sincera. Somos los humanos los que debemos aprender de ellos, si lo hiciéramos, seguramente el mundo sería mucho mejor.